Una noche mágica, vibrante y llena de emociones vivieron decenas de familias nicaragüenses en el majestuoso Teatro Nacional Rubén Darío, donde se celebró un concierto único que llevó al público a un viaje sonoro por la cultura japonesa a través del anime, los videojuegos y la música tradicional del país asiático, la noche de este martes.
Niños emocionados, jóvenes entusiastas y adultos nostálgicos llenaron el teatro para escuchar los temas más icónicos del anime y videojuegos que marcaron generaciones. Y sí, sonaron melodías que más de uno ha cantado frente al televisor o tarareado mientras jugaba a Mario Bros, Zelda o Pokémon.
Las canciones interpretadas por jóvenes cantantes del Ministerio de Educación y solistas nacionales fueron un homenaje musical que fusionó dos mundos: la calidez cultural de Japón y la pasión nicaragüense por el arte.
Se interpretaron alrededor de 16 temas cuidadosamente seleccionados, entre ellos piezas tradicionales del folclore nipón, melodías modernas del J-pop y, por supuesto, los himnos de videojuegos que han conquistado al planeta.
Japón y Nicaragua unidos por el arte: así fue el concierto de anime y videojuegos

«Vamos a compartir los momentos más felices de nuestras vidas»; expresó Masahiro Ogino, embajador del Japón en Nicaragua, reflejando el espíritu de unión y alegría que se respiraba en el ambiente.
Ramón Rodríguez, director del Teatro Nacional, resaltó la importancia de este intercambio cultural como un puente de amistad con Japón. “Esta noche unimos puentes culturales, una amistad de muchos años con Japón, y lo hacemos a través de la música”; subrayó con entusiasmo.
El concierto también sirvió para recordar que elementos tan populares como el karaoke —amado por tantos en Nicaragua— fueron inventados en Japón. Además, se destacó cómo la mayoría de los videojuegos que conocemos y disfrutamos también tienen origen en ese país; lo que hace que la música que los acompaña nos resulte tan familiar.
Anime, J-pop, videojuegos, tradición y emoción fueron los ingredientes principales de una velada que conectó generaciones y culturas, donde el público no solo escuchó, sino también sintió cada nota, cada palabra y cada recuerdo.
Sin duda, una experiencia inolvidable que demuestra que el arte puede traspasar fronteras y unir corazones al ritmo de una canción.


















