El anime ha dejado de ser un producto de nicho para consolidarse como un pilar del entretenimiento global. El reciente éxito de Demon Slayer Infinity Castle lo confirma.
Esta nueva entrega de la saga Kimetsu no Yaiba, basada en el manga de Koyoharu Gotouge, marca el inicio del arco final de la historia y ha generado una ola de entusiasmo en los cines de todo el mundo.
La película nos sumerge en el Castillo Infinito, un escenario misterioso y cambiante, donde Tanjiro, Nezuko, Zenitsu, Inosuke y los poderosos Pilares enfrentan a Muzan Kibutsuji, el demonio original. Con batallas épicas, animación de alto nivel y momentos emotivos, esta entrega logra una mezcla perfecta entre acción, tensión y humanidad.
La producción del estudio Ufotable ha sido clave en este fenómeno, elevando la calidad visual del anime a estándares cinematográficos. Pero más allá de lo técnico, el éxito radica en su narrativa universal, que explora temas como la familia, la resiliencia y la esperanza, conectando tanto con fans de siempre como con nuevos espectadores.
Demon Slayer conquista el mundo
El impacto no es menor: en su estreno, Infinity Castle recaudó más de US$11 millones en un solo día y vendió 1.15 millones de boletos.
En Estados Unidos, alcanzó US$70 millones durante su primer fin de semana, logrando el mejor debut de una película de anime en la historia del país. A nivel mundial, superó los US$177 millones, rompiendo récords de más de dos décadas.
Así, Demon Slayer no solo reafirma el poder del anime en el cine, sino que lo consolida como un fenómeno cultural y global sin precedentes.
